lunes, 24 de octubre de 2016

BRUJAS


La creencia en la brujería es compartida por numerosas culturas a lo largo de la historia, y cada una de ellas la interpreta de una manera distinta. Las brujas han tenido una gran importancia en el folclore de muchísimas culturas; creando a su paso en igual medida fascinación y terror. Pero son muchos los autores que coinciden en que la brujería es un producto del pueblo para buscar remedios a sus males y desgracias. Ciertamente, es inevitable relacionar los oscuros periodos de carencia y desgracias con la aparición de la brujería y los espíritus a los que adorar y servir. Quizás la imagen más recordada de las brujas sea la dada durante la Edad Media y la caza de brujas, sin embargo, según parece, la brujería ya existía en la prehistoria. Antes de la aparición de la religión cristiana, el hombre adoraba al cielo, la luna, los bosques, el sexo y los antepasados. Todo en el mundo estaba poseído de un espíritu benévolo o malvado. Ya desde el comienzo de la humanidad ha existido el miedo a la muerte, lo que dio lugar a la necesidad de creer en la continuidad de la vida más allá.

Fue este miedo al parecer lo que desembocó en la creación del dios cornudo, aquel que sería el dios Lug de los celtas, el Pan de los griegos, o el archiconocido Satanás de los cristianos. Y aun así, todos estos dioses son “jóvenes”, teniendo en cuenta que ya en la cueva de Ariège en Francia, puede verse una pintura representando a un dios cornudo, perteneciente a la cultura magdaleniense (al parecer la pintura es de hace unos 12000 años). Este dios personificó a la muerte, lo tenebroso, la guerra, lo masculino… Y él dio lugar a la aparición de su antítesis: la representación femenina, la diosa de la fecundidad, fuerza creadora y regeneradora. Ella es la compañera del Cornudo y se aparea con él para dar forma al mundo. El culto a esta pareja de dioses consistía en representar su unión sexual y glorificarla.

En estas primitivas comunidades se empezó a hacer una división entre los líderes religiosos: observadores de las estrellas, curanderos, profetas… Conocía los secretos de las raíces y las plantas para curar enfermedades y tratar cuestiones como la esterilidad, impotencia, etc. Debían mantenerse en contacto con los espíritus, y con las fuerzas de la naturaleza, de este modo aseguraban la protección para los suyos así como la fertilidad de sus mujeres y sus tierras. La mujer era parte fundamental de la comunidad, y las diosas madres eran veneradas y adoradas. Sin embargo, con el transcurso de los años, se produce un giro radical; los hombres someten a las mujeres y las antiguas diosas acaban siendo diosas sumisas, esposas de los nuevos dioses guerreros.

Pero el culto a las diosas madres siguió activo, si bien oculto y secreto. Ellas aparecerán siempre como una deidad creadora de vida. Ninguna religión monoteísta fue capaz de destronarlas. Ni Atón, ni Jehová, ni Ahura- Mazda; Isis, Anahita, Ma, Asarté entre otras siguieron siendo adoradas, especialmente por los campesinos, dependientes de la naturaleza y la tierra. Como decíamos al principio, son muchas las culturas que han creído fervientemente en la magia. En el antiguo Egipto la magia se encontraba en las palabras y los sonidos. El Faraón gozaba de un gran poder mágico pues Horus, hijo de Osiris, se lo prestaba para reinar con justicia y proteger a su pueblo. En Grecia se celebraban los Misterios Eleusinos, ritos de iniciación anuales a las diosas agrícolas Deméter y su hija Persefone, que se celebraban en época de cosechas en la ciudad de Eleusis, cerca de Atenas. En estos misterios aparecía la idea de un mundo inferior y de la vida tras la muerte (haciendo alusión al rapto de Perséfone).

Ciertamente en las antiguas Grecia y Roma la magia era una creencia bastante extendida. Los augures romanos eran funcionarios del estado y se encargaban de la magia benéfica. La magia maléfica por el contrario era perseguida y castigada.

Son los autores clásicos como Ovidio, Horacio o Teócrito los que nos dan la imagen de las hechiceras malvadas capaces de transformarse en animales, volar por las noches y practicar magia maligna en su beneficio propio o por contrato. Sus reuniones eran nocturnas y en ellas se adoraba a diosas como Hécate, diosa de las tierras salvajes y los partos; Selene, diosa lunar y Diana, protectora de la naturaleza. Así encontramos a Circe y su sobrina Medea de la que se decía que era hija de la propia Hécate.

También en el Éxodo del Antiguo Testamento, se hace mención a la brujería, concretamente se prohíbe y se establece que la bruja debe ser castigada con la muerte. La Biblia habla de prácticas de necromancia o invocación a los muertos.

Resulta curioso ver como, aunque la persecución de las brujas fue terrible durante la Edad Media, con anterioridad la Iglesia aceptaba las ceremonias populares de carácter pagano pues consideraba que no se oponían al cristianismo. Era difícil luchar contra estas ceremonias ya que se llevaban realizando desde siempre, por lo tanto la Iglesia decidió cristianizarlas. Los poderes y milagros de los santos católicos llamaban la atención de las masas, pero aun así las antiguas creencias paganas eran difíciles de olvidar. De esta manera, los ritos cristianos tuvieron que convivir con los paganos, y esta confusión de lo sagrado y lo profano fue algo que duró hasta muy entrado el s. VII. Pero poco a poco el cristianismo fue ganando terreno a lo largo de Europa, y los antiguos paganos fueron sustituyendo sus amuletos por crucifijos. Sin embargo, siguieron existiendo las curanderas que lo sabían todo de las hierbas y los festivales para celebrar cada estación del año y pedir por la fertilidad y la abundancia de las cosechas. Pero llegó el día en el que todo esto se consideró una amenaza para la religión católica. En el año 959 el rey Edgar proclamó: “Cada sacerdote debe promocionar con gran celo el cristianismo, y buscar la extinción total de toda práctica pagana; de modo que han de prohibirse los actos celebrados en las fuentes y pozos, la necromancia, la adivinación y los encantamientos”.

“Cada sacerdote debe promocionar con gran celo el cristianismo, y buscar la extinción total de toda práctica pagana; de modo que han de prohibirse los actos celebrados en las fuentes y pozos, la necromancia, la adivinación y los encantamientos”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario